lunes, 29 de septiembre de 2008

La llave

Estaba tirado en la cama leyendo un libro para el colegio, cuando mamá entró en mi habitación y me comentó que había llegado una carta para mí. Salí del cuarto y bajé las escaleras. Llegué al hall de entrada y miré al piso esperando encontrar la carta de la que mamá me había hablado, pero a penas bajé la vista, un resplandor plateado brilló delante mio. Era un sobre, distinto a cualquier otro, brillaba mucho.
Lo tomé con cuidado y cuando mis manos lo rozaron, un sentimiento invadió mi cuerpo. Fue un instante de fuerza que se apoderó de mí. Sin pensarlo abrí el sobre, saqué un papel en el había escrita una dirección de calles que jamás había escuchado y luego un papel mas grande, en el que me invitaban a un museo en el cual tenía que estar en dos horas. Advertía que llevara algo que considerara muy importante y luego aclaraba que sabían perfectamente que era eso tan valioso para mí, lo que me asustó un poco.
Mi papá antes de morir me había dejado una llave, de mínimo tamaño, que la tengo guardada en un cofrecito escondido abajo del colchón de mi cama, y me había dicho que eso iba a ser muy importante para mi si yo creía en el mundo fantástico. Esa llave me significaba mucho, ya que mi papá la cuidaba como oro y yo debía hacer lo mismo.
Subí a mi habitación y agarré mi cofrecito que brillaba del mismo color que el sobre, el miedo me invadió pero traté de no pensar en nada, salí de casa y fui en busca de las calles, no tenía idea para dónde ir pero mis piernas caminaban solas, me guiaban, iban muy rápido, querían llegar lo antes posible… Se frenaron muy repentinamente.
Estaba en un callejón donde lo único que había era una fábrica abandonada, algo me impulsó a que entrara y así lo hice. En ella había nada más que una especie de maquina situada en el centro; tenía muchas aberturas de distintas formas. Una de las aberturas brillaba de manera casi cegadora aunque mis ojos llegaron a distinguir que tenía la misma forma que mi llave. Eso me hizo deducir que tenía que introducirla allí. Muy asustado tomé la llave y la metí donde debía ir y en ese mismo instante la maquina se abrió en dos formando un espacio, por el cual debía ingresar, lo sabía; eso fue lo que hice. Al entrar ahí mis ojos no podían creer lo que veían. Era el mundo del que mi papá siempre me hablaba en sus cuentos, un mundo mágico, ese mundo era el de mi imaginación. Simplemente fantástico...


Sol Pellegrino

1 comentario:

mariana dijo...

Muy lindo! Aunque màs no sea una metàfora de los que nos legan los padres.
Mbien, Mariana.